Columna publicada el 11/11/2011 en La Nación

La acción humana siempre está atrapada en el problema de su circularidad: al huir de aquello que pretendemos negar con demasiada vehemencia, terminamos llegando a abrazar de forma acrítica exactamente aquello de lo que huíamos.

¿Ejemplos? Toda la historia. La beatería que termina convirtiéndose en atalaya acusatoria e incompasiva; el joven idealista humanista que concluye sus días asesinando gente inocente en nombre de la revolución; el hombre que, por haber logrado arrancar de la miseria, no siente luego deber alguno frente a quienes están hundidos en ella; quien para mantener a su familia y entregarle un mejor futuro a sus hijos, se entrega a su trabajo hasta perderlo todo. Y un largo, infinito, etcétera.

Toda tradición popular tiene ejemplos de ese “ir por lana y salir trasquilado” que marca a fuego nuestros actos en el mundo. En nuestro actuar y pensar, parecieraque cada vez que perdemos la tan complicada mesura y prudencia necesaria,entramos a estas ruedas infernales. Un día amanecemos y somos lo opuesto a lo que queríamos ser.

Imposible no pensar en ello cuando, al enfrentar las universidades sus procesos eleccionarios de federación de este año, todo el país tiene los ojos puestos en ellas y en la sombra partidista proyectada sobre el desplazamiento de las filas frente a las urnas.

¿Qué pasó? ¿Por qué aparecen Max Marambio, Claudio Orrego y diputados comunistas, entre otros, felicitándose y felicitando públicamente a un grupo político universitario por su justo triunfo en la Universidad Católica? ¿Por qué estitular de los diarios? ¿Por qué muchos grupos políticos llaman abiertamente a seguir con paros o tomas hasta perder el semestre universitario?

Lo que ha ocurrido es que la universidad se ha politizado en una forma particular, y a esa forma particular se le llama instrumentalización. Ha dejado de ser pensada por buena parte de la sociedad y de muchos estudiantes como un espacio de reunión en torno al compartir el saber o como un instrumento certificatorio en el camino profesional individual. Ha dejado de ser pensada académica o profesionalmente. Ha dejado de ser pensada. En ella se ve una masa más o menos moldeable de votantes, cuadros, carne de cañón movilizatoria. Ni siquiera se le exige participar de las demandas de modo universitario, no. A la calle es la consigna. No a los libros. No al diálogo. Por eso deben permanecer paradas o tomadas si es necesario hasta que desaparezcan.Porque ¿qué valor tienen sien realidad son una excusa para otra cosa?

Frente a esto, cualquier sea el color de nuestras creencias, quienes apreciamos la universidad deberíamos expresar el más completo repudio. Sin  embargo, muchos rectores (¡RECTORES!) han guardado el más completo silencio, animados por espíritus partisanos o simple cobardía.

El círculo se cierra al constatar que la lucha es, supuestamente, “por la educación” o “por la universidad”. ¿De qué educación estamos hablando? ¿De qué universidad? ¿Se está luchando desde la Universidad por la Universidad? ¿O desde dónde? ¿Y contra qué?

Para muchos, esta forma de politización aparece como algo sano, positivo: se recupera la política en espacios antiguamente despolitizados, anómicos. Pero aquí hay una confusión.Es distinto que una universidad sea un espacio despolitizado -en el sentido de no ser entregada como instrumento a los intereses políticos de ningún bando- a que la universidad esté despolitizada porque sus estudiantes no saben ni les interesa para nada abordar los asuntos de la polis, de nuestra convivencia. La defensa de la primera es un acto profundamente político, lleno de sentido. Es un acto que declara una voluntad fundada en principios y en una concepción del orden del mundo. Pero la segunda es pura anomia. Promoción de la anomia. Y muchos grupos, a favor y en contra de la despolitización, las han confundido. Han confundido despolitizar espacios con despolitizar personas, que es sinónimo de idiotizarlas. Hacia eso iban muchas de las críticas vertidas contra FEUCs de años pasados.

Por lo demás, los efectos de la politización con forma de instrumentalizaciónhablan por sí solos en universidades como la Chile, instrumentalizada desde hace años: baja participación, una FECH prácticamente ajena a todo lo que ocurre al interior de la Universidad, anomia. Despolitización de la mala, finalmente, para la mayoría del estudiantado.

Así, defender hoy y siempre a la universidad de sus formas anómicas de politización y de despolitización, rompiendo con ello la tragedia en la que estamos sumergidos, demandará la acción decidida en dirección de la mesura de estudiantes, dirigentes y autoridades. Si esto no ocurre, alguna horda terminará por proclamar la victoria o la derrota estudiantil sobre las ruinas definitivas de muchas de las hoy transitorias ruinas de nuestras universidades.